viernes, 23 de marzo de 2012

Un puente de diciembre en Quereño, entre Valdeorras y El Bierzo (Diciembre de 2011)

El nombre de Quereño evoca momentos entrañables. Y es que Quereño suena a cariño, a un cálido fuego crepitando en la chimenea del salón, a una sopa de puchero que entona el cuerpo en la fría noche invernal y a cosas así.
 

La estación de tren

 
Durante el viaje de ida los coches son un hervidero de conversaciones. No paramos de hablar sobre la arquitectura popular del Bierzo, los rasgos que la caracterizan y la urgente necesidad de que sea potenciada desde las instituciones. A medio camino, se hace la habitual pausa para tomar un refrigerio y estirar un poco las piernas. Sentados de nuevo en los coches, el debate sobre los pros y contras de la arquitectura popular del Bierzo se reanuda, relacionándolo todo ahora con la Ley de Economía Sostenible y el Plan Eñe impulsados por Zapatero. Si Zapatero hubiera hecho una apuesta firme por la arquitectura popular del Bierzo, otro gallo le hubiera cantado.
Pasado La Barosa, algo que vemos a la izquierda de la carretera atrae súbitamente nuestra atención. No hay duda de que se trata de un cono de deyección de aluviones auríferos. La opinión es unánime. Todos lo tenemos claro, y eso que es ya noche cerrada. Un frenazo en seco y todos abajo. Hay que hacerse una foto de grupo para inmortalizar el momento. Uno no se topa con un cono de deyección de aluviones auríferos todos los días, así, a pie de carretera.
En los últimos kilómetros del viaje, la emoción vuelve a desatarse en los coches. Esta vez vamos buscando los letreros en los que pone "Quepedo" y "Sopedo". Pero la decepción es mayúscula. Parece que los han borrado.


El jueves, el Teixedal o Teixadal de Casaio

Este bosque de tejos, situado en el extremo noroeste del macizo de Peña Trevinca, se dice que es el mejor conservado de la Península Ibérica, lo que le confiere gran valor científico y paisajístico.

Los miembros del Comité Organizador hemos decidido que la primera ruta tenga por objetivo conocer este tesoro botánico y para ello ponemos rumbo a Casaio, en la comarca orensana de Valdeorras.
Lo gracioso del tema es que no tenemos muy claro cómo subir al Teixedal. En el pueblo de Casaio hablamos con varios vecinos. Nos aconsejan subir con los coches hasta la ermita nueva de San Gil, construida en 1973, según dice una placa. Avanzamos un poco más, hasta la entrada a unas canteras de pizarra. Pero la pista de tierra es ya puro chocolate, así que decidimos no continuar más con los coches y aparcarlos.

 
Los tres cochecitos se quedan ahí

 
La cantera de pizarra

 
Caminamos por ancha pista. Hay indicaciones escritas en las piedras que nos confirman que vamos hacia el Teixedal. Pero pasamos un letrero, en el que pone que nos quedan aún 20 kilómetros. Madre mía, qué calcetinada nos vamos a dar.

 
La pista tiene un color negruzco

 
Se ve el pueblo de Casaio


Llegamos a una bifurcación. De frente seguiríamos hacia las minas abandonadas de Valborraz. Debemos, sin embargo, continuar por la derecha, cruzar el arroyo de Valborraz y ascender hacia el alto del Seixo.

 
Vadeando el arroyo

 
Las minas de Valborraz o del Alemán son unas antiguas minas de wolframio, puestas en explotación por los belgas, que las gestionaron de 1913 a 1928. Durante el periodo de 1937 a 1945 estuvieron en manos de los nazis, que emplearon el wolframio para darle mayor resistencia al acero y así fabricar con él cañones y armamento. Fueron destinadas a campo de concentración de presos republicanos de 1942 a 1944, forzados a trabajar en la extracción del mineral. Se conservan actualmente los barracones y el lavadero.

 
Los barracones de las minas de Valborraz

 
Ascendiendo al alto del Seixo

 
En el alto del Seixo

 
Dos bellísimas personas
 
 
El valle de San Gil
 
 
Cruce de caminos


En suave ascenso

 
En fila india


La ruta es larga. Se nos hace tarde. Decidimos parar a comer cuando estamos casi al lado del Teixedal. Es mejor parar aquí para aprovechar los últimos rayos del sol, que está a punto de meterse detrás de una montaña.


Comiendo

 
Al llegar al Teixedal, la vegetación cambia bruscamente. El brezo da paso al acebo, señal de que hemos entrado en un valle más frío y húmedo. Hemos pasado de la ladera de solana a la umbría.


A la entrada del Teixedal


El verdor estalla y el musgo recubre las piedras. Pronto comenzarán a aparecer los primeros tejos. Viejos tejos.


Junto al arroyo del Castaño


El Teixedal de Casaio está situado a una altitud aproximada de 1.500 m., en las márgenes del arroyo del Castaño, que es uno de los que forman el río San Xil (o San Gil). Ocupa una superficie de 4 hectáreas, pobladas por unos 300 tejos centenarios. Hay incluso un ejemplar con 15 metros de circunferencia y más de 1.500 años, según hemos leido. Pero no lo encontramos, a pesar de buscarlo. Tampoco podemos entretenernos mucho, pues cae ya la tarde.

 
Soberbio tejo

 
Es hora de retornar. Algunos sugerimos la posibilidad de bajar directamente al pueblo de Casaio, descendiendo todo el valle y pasando junto a la ermita vieja de San Gil.

Los dueños de los coches no lo ven muy claro y optan, con buen criterio, por deshacer el camino hecho. Aprietan el paso y nos dejan atrás.

 
Un hombre anuncio

 
A los que nos decantamos por la opción larga se nos hará de noche. A la vista de Casaio, el camino se bifurcó y no sabíamos por qué lado tirar. Lo mismo acabábamos en una cantera que llegábamos a un punto en que no podía vadearse el río. En estas estábamos, sumergidos en un mar de dudas, cuando decidimos llamar a Josete al móvil. Ellos habían llegado ya al pueblo, estaban en un bar y nos pasaron al dueño, al que le explicamos dónde nos hallábamos para ver si nos podía echar un cable. Y así fue. El dueño, Antonio, salió del bar y desde la calle vio las luces de nuestro frontales en la lejanía, al otro lado del barranco, con lo que pudo hacerse idea de nuestra posición, y nos dio algunas indicaciones que nos ayudaron a llegar al pueblo sin problemas.

 
Entramos en el pueblo de noche

Nos reunimos todos en el bar y pronto empiezan a correr las cervezas. Al final, nos quedaremos allí a cenar. Cena abundante por solo 10 euros, dulces navideños y orujo incluidos. Café Bar A Parra, popularmente conocido como El Cacharreiro. Antonio es el que lo lleva, un tipo que derrocha simpatía.


Antonio nos recibe a la entrada del bar
 
 
En el Cacharreiro
 
 
    Empiezan a correr las cervezas


El tejo común o taxus baccata
Es una especie botánica singular y uno de los árboles más longevos del mundo, aunque raramente pasa de los 20 metros de alto.
Fue un árbol sagrado para los celtas. Los druidas fabricaban bastones mágicos con sus ramas y adivinaban el futuro con la ayuda de palillos de tejo. Con la llegada del cristianismo no cambió mucho este aura mística del tejo y los cristianos construyeron, a menudo, sus iglesias y cementerios al lado de tejos que ya habían sido sagrados para los celtas.
Las virtudes curativas del tejo son conocidas desde hace milenios. El emperador romano Claudio publicó un edicto en el que declaraba al tejo como el mejor antídoto contra las picaduras de serpientes. Con el tiempo, el empleo del tejo con fines medicinales fue cayendo en desuso. En 1971, un instituto americano de investigación descubrió que la corteza del tejo del Pacífico (taxus brevifolia) contenía taxol, una sustancia considerada uno de los más potentes anticancerígenos, pero para tratar a una sola persona se necesitaba talar dos o tres ejemplares adultos. Por esta razón, los bosques de tejos del Pacífico fueron esquilmados. Afortunadamente, los científicos han podido sintetizar el taxol en laboratorio. Además, se ha descubierto en el tejo común una sustancia parecida al taxol y para obtenerla no es preciso talar el árbol, pues se encuentra en las hojas y pueden utilizarse las ramas de las podas.
Del mismo modo que cura, el tejo puede matar, pues hojas y ramas contienen taxina, un potente alcaloide tóxico. Pero las rojas bayas no son venenosas. Las intoxicaciones se producen normalmente al mordisquear hojas o ramillas. Julio César cuenta que Catuvalcus, jefe de los eburones, se suicidó tomándose una infusión de tejo. La ingestión de esta sustancia acelera el pulso al principio y luego lo vuelve más lento e irregular, terminando por paralizar el sistema nervioso central. La muerte se produce por parálisis respiratoria. Caballos y asnos son sensibles a este veneno y se sabe de equinos que han caído fulminados a los pocos minutos de haber ingerido hojas de tejo. En cambio, otros animales como conejos y gatos son inmunes a la taxina.
Su rojiza madera es de una dureza extraordinaria, comparable a la del boj, lo que, unido a su resistencia al frotamiento, hizo que en el pasado fuese muy utilizada para fabricar los ejes de los carros. Los mejores arcos eran también los fabricados de madera de tejo y cuenta la leyenda que el arco de Robin Hood estaba hecho de este material.
El tejo de Fortingall (Escocia) es uno de los árboles más viejos de Europa. Una inscripción que hay al pie del mismo le atribuye 5.000 años, aunque estimaciones seguramente más realistas rebajan su edad a unos 2.000 años. Con sus 15,83 metros de diámetro de tronco es el tejo más grande del mundo. En la actualidad, está muy desmejorado y su tronco se halla ahuecado y partido por la mitad.


El viernes, una vuelta casi completa a Las Médulas

El Comité Organizador, en uso de sus plenas facultades, propone para este día toda una ruta integral por Las Médulas. Estando a un paso de este archiconocido paraje, el Comité Organizador no podía dejar de proponer una ruta por aquí. Y es que el Comité Organizador no tiene ni un pelo de tonto.

Las Médulas son las mayores explotaciones auríferas a cielo abierto que los romanos poseyeron en Hispania y, casi seguro, en todo su Imperio.
Para la extracción del oro se empleó el método o sistema de ruina montium (que los astures llamaban arrugia), descrito por el geógrafo y naturalista romano Plinio el Viejo.
Fueron explotadas por los romanos unos 200 años y abandonadas a principios del siglo III de nuestra era, cuando se hallaban lejos de agotarse, por razones no demasiado claras. Parece que surgieron dificultades de explotación que las hicieron menos rentables. También pudo influir el abandono del oro como patrón moneda.
Las cantidades de aluvión excavadas o removidas se sitúan entre 100 y 230 millones de metros cúbicos.
Existen aún mayores discrepancias en cuanto a la producción o cantidad de oro obtenida. Algunos estudiosos, los más optimistas, suponen una ley de 2 gramos de oro por metro cúbico de aluvión excavado, lo que da la fabulosa cantidad de 960.000 kilos de oro que irían a aparar a las arcas imperiales (en las épocas de mayor producción pudo suponer casi un 10 % de los ingresos anuales); otros rebajan la ley hasta 15 miligramos  por metro cúbico de aluvión excavado, lo que daría la cifra mucho más modesta de 3.500 kilos de oro (o 25 kilos al año).

En el pueblo de Las Médulas visitamos el Centro de Interpretación, lo que nos permite hacernos una idea aproximada de lo que fue esta explotación.
A la salida del Centro nos despedimos de Plo, pues unas inesperadas molestias en la cadera, el peduele o la pata de conejo, vaya usted a saber, le impiden afrontar la ruta con garantías.

 
Un buen trago de vino la deja contenta

 
Abandonamos el pueblo por un antiguo camino carretero, que sale justo enfrente de la fuente cubierta, por entre tierras de labor, y penetra en seguida entre los picachos arcillosos que se extienden por el gran cuenco de la explotación, conocido como Las Valiñas.
 
 

Hacia los picachos

 
Tremendo castaño


Otro impresionante ejemplar


El camino se desvanece y nos encontramos en un senderillo que, en descenso, nos llevará consecutivamente a dos bocaminas que estaban a punto de derrumbarse cuando la mina fue abandonada:
  • La Encantada.
  • La Covona.

 
Descendemos

 
La Encantada

 

 

 
El sendero se hace otra vez camino y continuaremos por él hasta la carretera, que seguimos durante un rato. 

 

 
Al llegar a la fuente de la Tía Viviana, un amplio aparcamiento con una fuentecita de escaso caudal, abandonaremos la carretera por el sendero que, en fuerte pendiente, sale hacia la izquierda y asciende por el bosque.

 



 
Alcanzaremos la parte alta de la explotación y tomaremos a la izquierda una pista que, en unos 500 metros, nos deja en el mirador de Orellán, un inmejorable balcón, asomado a un barranco de 100 metros de altura, desde el que se contempla toda la cuenca, con sus picachos y cárcavas rojizos descollando por entre el verde follaje.
           
 

 

 
Volviendo sobre nuestros pasos y siguiendo la pista en dirección contraria, pasaremos al lado de restos de antiguos canales que conducían el agua hasta las minas y llegaremos a Campo la Braña, donde hay un merendero.

 

 

 
Desde Campo la Braña tomamos el sendero que asciende hasta el alto de Reirigo, desde el que tenemos una vista frontal de todos los picachos de Las Médulas.

 

 
En el alto de Reirigo

 

 

 
En el descenso pasamos al lado de Las Medulillas de Yeres, en las que se conservan varias galerías abiertas en la montaña.

 


Galería

 

 
Una vez terminada la ruta, haremos una parada en Puente de Domingo Flórez para tomarnos la cervecita en un bar.

 

Ruina montium
Era el procedimiento para la extracción del oro que utilizaban los romanos
Se embalsaba agua en la parte superior de la explotación (en grandes depósitos situados en lo alto de las montañas) para luego precipitarla turbulentamente por una compleja red de pozas y galerías subterráneas, previamente excavadas en la montaña.
La presión del agua iba poco a poco desmoronando el monte. Cada derrumbe provocaba un gran estruendo, al decir de Plinio. Las partes de la montaña que resistieron a los derrumbes dieron lugar a los puntiagudos picachos que hoy contemplamos.
El agua arrastraba los aluviones arrancados a la montaña, una mezcla de tierra y lodo, hasta los lavaderos (llamados agogas por los astures), situados en la parte baja de la explotación, que eran simples zanjas abiertas en el suelo en las que se llevaban a cabo los trabajos de lavado. Se apartaban los cantos rodados del aluvión y se amontonaban dando lugar a enormes murias. También se filtraba el agua con ayuda de matorrales (tojos, según Plinio), de manera que las partículas de oro se adherían a ellos. Estos tojos se quemaban posteriormente para que quedara solo el oro.
Un último proceso consistía en mezclar las partículas de oro obtenidas, que aún contenían impurezas, con mercurio y calentar la mezcla hasta el punto de ebullición del mercurio para obtener el oro puro tras la destilación resultante.

Procedencia del agua
Los romanos construyeron una red de ocho canales o acueductos, algunos tallados en la misma roca, que captaban el agua de los neveros, fuentes y arroyos de los Montes Aquilianos, e incluso de las estribaciones del Teleno, y la conducían hasta la explotación.
Dos canales traían el agua desde el valle del Oza (o del Silencio), por la vertiente norte de los Montes Aquilianos, y seis canales discurrían por la vertiente sur, se alimentaban con los afluentes de la margen derecha del río Cabrera y atravesaban la comarca de La Cabrera. Incluso había un canal procedente del río Eria (cuenca del Duero), que reforzaba los caudales de la vertiente del río Cabrera (cuenca del Sil) en lo que fue el primer trasvase entre cuencas realizado en la Península. El agua suministrada por esta red de canales permitía llenar los embalses situados en la parte superior del yacimiento. En total, eran más de 330 km. de canales, que aportaban unos 25 millones de metros cúbicos de agua cada año.

Evacuación de estériles
Tras el lavado de las masas aluviales, los fangos resultantes eran canalizados o evacuados hacia el río Sil, siguiendo dos vías naturales de desagüe:
  • Hacia el noroeste, en dirección a lo que hoy es el lago de Carucedo (los estériles originaron, al depositarse, la extensa llanura del Chao de Maseiros, con una superficie de más de 500 hectáreas, en la que el espesor de los depósitos llega a superar los 30 metros y el barro acumulado obstruyó el desagüe natural de la cuenca y dio origen al lago de Carucedo).
  • Hacia el oeste, a través de la garganta de la Balouta, que desemboca en el río Sil cerca de Salas de la Ribera (para abrir camino a los estériles hubo que construir el túnel de la Palombeira, de 200 metros de longitud).
Mano de obra
En la explotación trabajó un importante contingente de mano de obra (mineros, técnicos aportados por el ejército, personal dedicado al mantenimiento de los canales o al avituallamiento, etc.). La media apenas alcanzaría las 3.000 personas, con puntas de hasta 5.000 en los periodos álgidos de la explotación.
Fueron los propios astures quienes se vieron forzados a trabajar como mineros. En cuanto a su condición social, inicialmente eran esclavos; posteriormente, los romanos les concedieron la condición jurídica de hombres libres y pudieron mantener sus derechos sobre la tierra, pero a cambio estaban obligados a trabajar en las minas sin salario alguno e incluso debiendo proporcionarse su propio sustento.

Apuntes históricos
El noroeste peninsular, habitado por astures, galaicos y lusitanos, era rico en yacimientos de oro, ya explotados por la población autóctona, aunque de forma rudimentaria, antes de la llegada de los romanos, como evidencian el griego Posidonio y el historiador romano Estrabón. Con el oro obtenido se abastecía una orfebrería de carácter artesanal que producía joyas.
Los astures vivían en castros o poblados amurallados situados en alto (hay dos en el entorno de Las Médulas, los de El Castrelín y Borrenes) y se dividían a su vez en tribus, como los giguros (Valdeorras) o los susarros (Bierzo).
Tras la conquista, iniciada en el año 29 a. C., en tiempos de Augusto, los romanos ampliaron el número y la extensión de los yacimientos auríferos, que explotaron en régimen de monopolio estatal. También pusieron en explotación los depósitos más profundos. A todo ello pudo contribuir la reforma del sistema monetario hecha por Augusto, adoptando el aureus (moneda de 7,8 gramos de oro) como patrón.
Con la romanización la región habitada por los astures quedó integrada en la provincia Citerior y se fundó la ciudad de Asturica Augusta (Astorga), que se convirtió en la más importante de la zona, llegando a ser capital del Conventus Asturum o demarcación administrativa que se introdujo en la provincia Citerior para el territorio astur. Otras dos ciudades crecieron notablemente: Bergidum Flavium (actual Cacabelos) e Interamnium Flavium (cerca de Bembibre). La zona quedó comunicada con el resto de la Península a través de dos calzadas (Vía Augusta y Vía Nova). 2 de las 3 legiones existentes en Hispania permanecieron en territorio astur y prestaron apoyo técnico a la construcción de las infraestructuras mineras.

Otras explotaciones auríferas de época romana
No son tan grandes como Las Médulas, pero en algunos casos resultan también espectaculares:
  • Las Barrancas de Santalla: En la desembocadura del arroyo Rioferreiros en el río Sil.
  • Los Cáscaros: En la cuenca del río Burbia. Se ubican en el municipio de Trabadelo, cerca de la localidad de Pradela.
  • La Leitosa: Situadas a orillas del río Burbia. Son las más espectaculares del Bierzo, después de Las Médulas. Se estima que llegaron a excavarse 40 millones de metros cúbicos de tierras aluviales, que se lavaron para extraer el oro y fueron conducidas hasta el río Burbia, originándose un manto de sedimentos de hasta 20 metros de espesor. Se accede desde Villafranca y Veiqueliña. Al mirador que hay en la parte alta de la explotación se asciende por una pista desde la carretera a Paradiña.
  • Los Valles y La Gándara: Sobre el pueblo de Castropodame, cerca de Bembibre.
Algunos términos en lengua astur sobre las minas de oro
Agoga: Lavadero.
Arrugia: Sistema de ruina montium utilizado en la explotación de los yacimientos.
Muria: Apilamiento de cantos rodados.


El sábado, la Ruta de la Tebaida Berciana,
en el valle del Silencio

El Comité Organizador ha optado por esta ruta para ponerle el colofón al puente. Todo un acierto, como no podía ser de otra manera viniendo del Comité Organizador. 
Se trata de una bonita ruta circular, balizada como sendero de pequeño recorrido (PR LE-14), con una longitud de unos 15 kilómetros, que atraviesa los pueblos de Montes de Valdueza y Peñalba de Santiago, y puede hacerse con comodidad en 5 o 6 horas.
Durante la marcha se cruzan varios arroyos (entre ellos, el del Silencio), que nutren el río Oza y forman el valle del Oza o Valdueza.

 


Así a primera vista, sorprende el nombre de Tebaida Berciana que se le da a este sendero y para aclararlo habría que empezar por decir que la Tebaida es una región desértica del antiguo Egipto, que se extendía alrededor de Tebas. Estaba formada por los 13 nomos situados más al sur del alto Egipto, desde Ábidos a Asuán. A partir del siglo III se convirtió en lugar de retiro de numerosos monjes y ermitaños cristianos. El introductor e impulsor de la vida eremítica en esta remota región fue San Antonio.

Fue un religioso, el Padre Flórez, quien en el siglo XVIII comenzó a llamar la Tebaida a esta zona agreste y montañosa de la provincia de León, situada al sureste de la comarca del Bierzo, en la ladera norte de los Montes Aquilianos, y bastante aislada desde antiguo. Y ello era porque hasta aquí también se retiraron, a partir del siglo IV, muchos ermitaños cristianos que escapaban del mundo en busca de recogimiento y comunión con la naturaleza. Inicialmente levantaron eremitorios en cuevas para dedicarse a la meditación y la oración. En siglos posteriores se instalarían en este lugar otros monjes y frailes mozárabes que huían del Califato de Córdoba. Con el tiempo se construyeron varios cenobios o monasterios (en Compludo, Montes de Valdueza y Peñalba de Santiago), de los que hoy quedan algunos restos. Algunos de estos monjes, como Valerio, Fructuoso o Genadio, alcanzaron la santidad.

El día amanece lloviendo y cunde un cierto desánimo. Cuesta movilizar al personal, pero finalmente, vencidas las últimas resistencias, nos ponemos de camino.
Para alcanzar el punto de partida, hemos de tomar en Ponferrada la carretera que nos lleva a San Esteban de Valdueza, Valdefrancos y San Clemente de Valdueza.
Aparcamos los coches un poco más adelante, junto el molino de San Clemente, en el punto en que sale el desvío hacia Manzanedo.
Todavía caen algunas gotas de lluvia dispersas cuando descendemos de los coches, por lo que sacamos los chubasqueros, las capas de agua y los paraguas. No estamos muy convencidos de iniciar la ruta en estas condiciones, pero repentinamente la lluvia cesa para no volver a aparecer en todo el día. Ver para creer. Es el primer milagro del día.
Plo, milagrosamente recuperada de sus dolencias, es hoy también de la partida. Segundo prodigio del día.

Caminamos por la carretera, pasamos junto a la depuradora de aguas de Ponferrada y un poco más adelante, a la altura de la antigua herrería de Montes de Valdueza, que se encuentra en ruinas, nos desviamos por el camino que sale a mano derecha y comienza a ascender por terreno pizarroso.


Camino pizarroso


Antigua herrería de Montes de Valdueza


Continuamos ascendiendo


Aún se ven la herrería de Montes y la depuradora


Montes de Valdueza
Se encuentra en buen estado la iglesia, con su torre románica y su hermosa fachada, que fue reformada en el siglo XVIII.
El monasterio benedictino de San Pedro de los Montes, devastado por la desamortización y un posterior incendio, se halla en ruinas. Lo fundaron San Fructuoso y su discípulo Valerio en el siglo VII, se abandonó a raíz de la invasión musulmana y fue reconstruido por San Genadio a finales del siglo IX. Posteriormente se vería alterado por las reformas benedictinas de los siglos XII y XIII, y la barroca del siglo XVIII. Su abandono definitivo se produjo como consecuencia de la desamortización de Mendizábal.
La pequeña ermita presenta vestigios visigóticos y prerrománicos, así como algunas piedras esculpidas en el siglo X. 

 
Monasterio de San Pedro de los Montes

 
Iglesia románica de Montes de Valdueza

 
Calle de Montes de Valdueza

 
Salimos de Montes de Valdueza, cruzamos el arroyo de Montes y comenzamos a ascender, pasando al pie del cerro en el que se encuentran las ruinas del Castro Rupiano.

 
Dejamos atrás Montes de Valdueza

 
Tras cruzar el arroyo de Pico Tuerto, volvemos a ascender, en dirección al Chano Collado.

 
Un nuevo ascenso nos espera

 
Montes de Valdueza entre la niebla

 
En el Chano Collado (1.305 m.), que es el punto más alto de esta ruta, hacemos una parada no muy larga para comer. Desde aquí se ven ya las abigarradas casas de pizarra de Peñalba de Santiago.

 
En el Chano Collado

 
Al iniciar el descenso pasamos junto a un curioso dibujo, cuyo significado se nos escapa, hecho con pequeñas piedras dispuestas en círculos concéntricos. ¿Quizá sea una manifestación de Land Art, una tendencia del arte contemporáneo que utiliza tanto el marco como los materiales de la naturaleza para sus creaciones?

 
Bajada hacia Peñalba de Santiago

 
Curioso dibujo hecho con piedras

 
Cruzamos el arroyo del Silencio y cambiamos de vertiente, dejando a un lado el desvío que se acerca hasta la entrada a la cueva de San Genadio, a la que el santo se retiró a meditar. No tenemos tiempo de acercarnos a ella si queremos terminar la ruta de día.

 
El estrecho valle del Silencio

 
Fuente con pilón a la entrada de Peñalba de Santiago

 
Peñalba de Santiago
Es conjunto histórico, impecablemente conservado y restaurado, con calles estrechas y empedradas, y típicas viviendas con tejados de pizarra y hermosas balconadas o corredores.
Se debe visitar la iglesia mozárabe de Santiago de Peñalba, una joya que fue declarada Monumento Nacional en 1931. Formaba parte de un monasterio, hoy inexistente, fundado a principios del siglo X por San Genadio, que fue obispo de Astorga. Destaca su portada, con dos arcos geminados de herradura, que descansan sobre tres columnas de mármol rematadas por delicados capiteles. En su interior presenta nave única, dividida en dos partes por un arco de herradura. Contiene varios sepulcros, entre ellos el de San Genadio y restos de pintura mural decorativa, ocultos durante años por los revocos aplicados.
Otras piezas de gran valor artístico que proceden de esta iglesia se encuentran en importantes museos: la Cruz del Azófar, similar a la Cruz de los Ángeles de Oviedo, se encuentra en el Museo Arqueológico de León; la patena y cáliz del abad Pelayo se encuentran en el Louvre.
San Genadio fundó otros dos monasterios en la zona, aunque ya no quedan restos de ellos. El de San Andrés se encontraba en el camino que lleva de Peñalba a Montes, en el paraje que actualmente se conoce como Prados de San Andrés; el de Santo Tomé se ubicaba en pleno valle del Silencio.
 
 
Iglesia mozárabe

 
Portada de la iglesia, con sus dos arcos geminados de herradura

 
Tras pasear por las calles de Peñalba y visitar su iglesia mozárabe, entramos a tomarnos algo en el bar La Cantina, a uno de los lados del templo. El dueño del bar se muestra poco dispuesto a proporcionar información sobre una serie de libros de la comarca que tiene a la venta. Un auténtico sieso, el tipo. No es lo que se espera de un profesional de la hostelería.

Nos resta ahora la bajada final hasta los coches, a los que llegamos cuando todavía es de día.

 
Bajada final


El Comité Organizador ha cumplido con su cometido airosamente y a lo largo de este puente se ha mantenido unido, sin fisuras, actuando en todo momento coordinadamente, sin dejar el menor resquicio a las luchas intestinas. Dios salve al Comité Organizador por muchos años.

Bibliografía
Por tierras del Bierzo. Ignacio García Barba. Edilesa.
Las Médulas. David Gustavo López, Puri Lozano y Miguel Sánchez. El Búho Viajero.

Webs
Patronato de Turismo del Bierzo
El Bierzo Digital
Fundación Las Médulas
Lago Sumido (Rutas por las Médulas)
La Tebaida Berciana
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario